Se entiende por Territorio Socialmente Responsable (TSR) el desarrollo integral de políticas de fomento de la sostenibilidad en ámbitos territoriales concretos, con estrategias colaborativas y de beneficio mutuo de todos los agentes (sector público, empresarial y sector no lucrativo), en pro de la satisfacción de las necesidades concretas del territorio en los ámbitos económico, social y ambiental. Veremos cómo el voluntariado tiene un papel muy relevante.

De la misma manera que la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) no ha nacido en la última década, el contenido del que trata el desarrollo de un TSR tampoco es nuevo. Se aproxima a lo que históricamente ha trabajado la triple hélice (colaboración sector público, empresarial y universidades) o el desarrollo rural y territorial. Pero a diferencia de lo que se acostumbra a confundir, el desarrollo de un TSR no responde estrictamente a política pública, como es habitual encontrar. Herramientas como las cláusulas sociales del sector público forman parte de su RS, pero no conforman el todo. Sí es cierto, sin embargo, que normalmente el liderazgo corresponde al órgano público gestor del territorio, aunque también puede venir dado por otros actores líderes.

Aparte de los tres sectores (público, empresarial y tercer sector), también forman un TSR otras partes interesadas. Así, el sector educativo tiene un papel clave en la formación de capital humano y difusión de valores, en este sentido similar también a los medios de comunicación, que actúan como correa transmisora entre los agentes y la ciudadanía, la cual, a su vez, tiene un papel clave al ser combustible para la RS del resto de actores. Una ciudadanía empoderada e implicada es, pues, a la vez una política para el desarrollo de un TSR y una condición necesaria para la existencia de un TSR.

Como consecuencia, la Responsabilidad Social del Territorio (RST) no es solo la suma de la RS de cada actor, sino que es la sinergia resultante de la interacción de todos ellos con la asunción de una hoja de ruta territorial consensuada. La hoja de ruta es, pues, el primer paso hacia el desarrollo de un TSR, que debe contar no solo con propuestas del sector público sino de todos los otros de forma conjunta. Debe contener también la estrategia que se quiere seguir.

De la misma manera que en las organizaciones, una vez comprendida su RS, hay que avanzar hacia “el cómo” se gestiona, un TSR debe dotarse de herramientas de gestión adecuadas, como puede ser un sistema de gestión territorial ético y socialmente responsable. Este sistema de gestión debe contemplar como pilares la gestión de activos del territorio, como los agentes clave y las infraestructuras sociales.

Las infraestructuras sociales son los mecanismos a través de los cuales los diferentes agentes y actores del territorio se vinculan, coordinan y cooperan, así como proporcionan la cohesión necesaria de todas las personas, de la misma manera que las infraestructuras ‘físicas’ conectan los diferentes puntos de una región. En este sentido, el voluntariado es uno de estos mecanismos, el cual facilita la interconexión entre diferentes agentes e implica a la ciudadanía, en especial en cuanto a trabajadora pero también como consumidora y ser de índole esencialmente social.

El voluntariado, en el marco de un TSR, es una herramienta eficaz para la fusión de responsabilidades sociales individuales con corporativas, así como también permite visualizar la RS de los diferentes actores facilitando la implicación de la ciudadanía en general y de las personas trabajadoras en particular.

El voluntariado no deja de ser una forma de partenariado, un elemento esencial en un TSR. Las alianzas público-privadas facilitan al sector público llegar más lejos en el logro de sus objetivos, al mismo tiempo que permiten al sector privado lucrativo compartir responsabilidades y obtener fuentes de financiación y colaboración. Un papel similar tienen las alianzas entre sector público y tercer sector, que suponen una herramienta habitual de “subcontratación” por parte del primero para proporcionar servicios a la población que entidades no lucrativas especializadas pueden proporcionar mejor. Las alianzas entre empresas y ONG también proporcionan ventajas a ambas partes implicadas.

Llegados a este punto, podemos identificar fácilmente casos de éxito. La alianza colombiana “Antioquia por la Equidad” (www.alianzaporlaequidad.org.co) es una iniciativa público-privada que busca cambiar significativamente las condiciones de inequidad en el Departamento de Antioquia (Colombia) a través del diseño, implementación y administración de instrumentos de política social y la búsqueda de un cambio de actitud social hacia la inequidad y la pobreza.

Por su parte, la “Alianza por el Agua” (www.alianzaporelagua.org) es una iniciativa que vincula a administraciones públicas, empresas proveedoras de agua, centros de investigación y opinión, entidades sociales y ciudadanos, tanto de España como de América Central, en una unión de amplio alcance para impulsar el derecho humano al agua y al saneamiento de la población centroamericana en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Pero aparte de las alianzas en pareja, se pueden producir alianzas multiparte que impliquen a más actores, lo que nos aproxima mucho más a la esencia de un TSR; su primer paso, pues, es el diseño de una hoja de ruta y la estrategia de desarrollo integral del TSR. Y para su gestión, sería necesaria la implementación de un sistema de gestión territorial ético y socialmente responsable.

Un sistema de gestión es el conjunto formado por la estructura del ente, responsabilidades, procedimientos, procesos y recursos establecidos para lograr unos objetivos previamente definidos. Se basa en establecer requisitos, que a su vez, dan lugar a registros, que al comprobarse, se convierten en evidencias. El ciclo PDCA (planificar, desarrollar, comprobar y actuar) define un sistema de gestión. Las virtudes de un sistema de gestión en la excelencia de una organización se trasladan a un territorio o región en nuestro caso.

Su objetivo sería impulsar las alianzas entre sectores, así como implicar a la ciudadanía en el desarrollo sostenible del territorio o región, para así lograr una gestión excelente y responsable de los recursos, en especial de los planes de desarrollo territorial o regional.

Y entre otros aspectos, un sistema de gestión territorial nos permitiría obtener el máximo de ventajas, por ejemplo, de un programa de voluntariado de ámbito territorial, o de una diversidad de programas si fuera el caso.

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